Ayer se cumplían 15 años desde mi primera visita al archivo militar en el imponente Alcázar de
Segovia, donde inicialmente se ubicó el Real Colegio de Artillería, fundado el
16 de mayo de 1764. Se trataba de uno de los establecimientos más importantes
del mundo, como lo demuestra que en su laboratorio fundamentara el químico Louis Proust su famoso postulado
de la teoría de las proporciones definidas. La
artillería era sinónimo de ciencia, saber y nobleza. Para las familias de
entonces, tener un caballero cadete artillero era un símbolo de prestigio en la
sociedad.
En la fundación del
Real Colegio ejerció de profesor Jorge Juan Guillelmi Andrada, hermano de Juan
Guillelmi Andrada, que ingresaba como alumno. Juan fue padre del que sería el segundo
consorte de Gertrudis Romero por dictado de Fernando VII. Más adelante, en
1830, ingresaría en el Real Colegio Federico Puig Romero, tras la reapertura
desde que hubiera sido cerrado por Fernando VII en 1823, cuando repudió a Gertrudis y
su familia, ejerciendo sobre ellos el mayor despotismo.
En la reapertura
de 1830 el colegio recobraba el esplendor de los viejos tiempos, y el ingreso
de Federico hubo de pasar por encima de las normativas vigentes por orden de
Fernando VII, llegándose a falsificar la partida de nacimiento de Federico
porque sobrepasaba la edad permitida, así como a concedérsele dispensa especial para
no presentar los papeles de nobleza materna que no existían, puesto que la
colocación de su madre en palacio no tenía otras credenciales que la voluntad
del déspota de tenerla a su lado, para lo cual antes fue necesario que su
marido la dejara viuda.
En 1830 se
reabre este Real Colegio a petición de Carlos O’Donell, padre de Leopoldo
O’Donnell y Jorís, el famoso general del reinado isabelino. Él mismo fue quien
tuvo que recurrir a falsificar la defunción de Antonio Puig y Luca, tío y tutor
de Federico desde que en 1824 falleciera Gertrudis y desapareciera luego el
marido impuesto por Fernando VII para ella, Juan Guillelmi Valenzuela. La
hermana mayor de Federico poseía información privilegiada sobre esta próxima
reapertura, hasta el punto de que podría pensarse que se produjera a su petición. Como
otras que le fueron concedidas a partir de 1827, cuando fallece Antonio
Guillelmi, que fuera secretario de cámara del infante Antonio Pascual, y tío
del marido de Gertrudis. Fernando VII pasa entonces del mayor despotismo hacia
los Puig Romero a todas las concesiones, por difíciles que fueran. Algo muy
grande le había hecho temerles y doblegarse. Los Puig Romero emergían
nuevamente y Federico pertenecía a esa nueva generación de caballeros cadetes en
los que quizá se inspiró el escritor Alejandro Dumas para sus mosqueteros, puesto
que desde la fundación del colegio de artillería, una
frase se podía leer en los pasillos: Todos para cada uno y cada uno para los
demás.
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