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domingo, 10 de enero de 2016

El legendario colegio de artillería (1ª parte)



Ayer se cumplían 15 años desde mi primera visita al archivo militar en el imponente Alcázar de Segovia, donde inicialmente se ubicó el Real Colegio de Artillería, fundado el 16 de mayo de 1764. Se trataba de uno de los establecimientos más importantes del mundo, como lo demuestra que en su laboratorio fundamentara el químico Louis Proust su famoso postulado de la teoría de las proporciones definidas. La artillería era sinónimo de ciencia, saber y nobleza. Para las familias de entonces, tener un caballero cadete artillero era un símbolo de prestigio en la sociedad.

En la fundación del Real Colegio ejerció de profesor Jorge Juan Guillelmi Andrada, hermano de Juan Guillelmi Andrada, que ingresaba como alumno. Juan fue padre del que sería el segundo consorte de Gertrudis Romero por dictado de Fernando VII. Más adelante, en 1830, ingresaría en el Real Colegio Federico Puig Romero, tras la reapertura desde que hubiera sido cerrado por Fernando VII en 1823, cuando repudió a Gertrudis y su familia, ejerciendo sobre ellos el mayor despotismo.

En la reapertura de 1830 el colegio recobraba el esplendor de los viejos tiempos, y el ingreso de Federico hubo de pasar por encima de las normativas vigentes por orden de Fernando VII, llegándose a falsificar la partida de nacimiento de Federico porque sobrepasaba la edad permitida, así como a concedérsele dispensa especial para no presentar los papeles de nobleza materna que no existían, puesto que la colocación de su madre en palacio no tenía otras credenciales que la voluntad del déspota de tenerla a su lado, para lo cual antes fue necesario que su marido la dejara viuda.



En 1830 se reabre este Real Colegio a petición de Carlos O’Donell, padre de Leopoldo O’Donnell y Jorís, el famoso general del reinado isabelino. Él mismo fue quien tuvo que recurrir a falsificar la defunción de Antonio Puig y Luca, tío y tutor de Federico desde que en 1824 falleciera Gertrudis y desapareciera luego el marido impuesto por Fernando VII para ella, Juan Guillelmi Valenzuela. La hermana mayor de Federico poseía información privilegiada sobre esta próxima reapertura, hasta el punto de que podría pensarse que se produjera a su petición. Como otras que le fueron concedidas a partir de 1827, cuando fallece Antonio Guillelmi, que fuera secretario de cámara del infante Antonio Pascual, y tío del marido de Gertrudis. Fernando VII pasa entonces del mayor despotismo hacia los Puig Romero a todas las concesiones, por difíciles que fueran. Algo muy grande le había hecho temerles y doblegarse. Los Puig Romero emergían nuevamente y Federico pertenecía a esa nueva generación de caballeros cadetes en los que quizá se inspiró el escritor Alejandro Dumas para sus mosqueteros, puesto que  desde  la fundación del colegio de artillería, una frase se podía leer en los pasillos: Todos para cada uno y cada uno para los demás.

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