El 1 de septiembre de 1824 concedía el rey Fernando VII al testamentario de Gertrudis Romero 3000 reales vellón para los gastos de su entierro en la madrileña parroquia de San Sebastián, donde habían sido bautizados los tres hijos que ella había dado a luz desde que en 1816 Fernando VII decidiera llevarla a palacio embarazada con su marido ausente que dejó de ser un estorbo cuando murió en 1815 en extrañas circunstancias, falsificándose su defunción original. Una de estas hijas, Fernanda, había sido apadrinada en 1822 por el mismo Fernando VII y su esposa, la reina Josefa Amalia.
Fernando VII y Josefa Amalia de Sajonia. |
Sujeta a los designios del déspota Fernando VII y con siete hijos a su cargo de su primer matrimonio, Gertrudis no había tenido otra opción que convertirse en el juguete del monarca hasta que este se cansó de jugar. En enero de 1824 era despedida de palacio y despojada de sus derechos, aunque de su dignidad ya lo había sido desde que se cruzara el monarca con su familia. Sus continuas “importunaciones” en palacio con ruegos para intentar salvar a sus hijos de la miseria en que el absoluto los había sumido se agotaron a la par que aumentaba su decaimiento físico de causa desconocida hasta abandonarles el último día de agosto. La causa auténtica de su muerte se disfrazó en su defunción, realizada mediante oficio funeral secreto, costeado por Fernando VII.
Isabel II. |
Los secretos que pretendía enterrar Fernando VII emergerían tres años después, obligando al absoluto a cambiar abruptamente de actitud hacia esta familia, recurriendo para ayudarles incluso a falsear la fecha de nacimiento de Federico Puig Romero, de la que mañana se cumplirán 205 años. No imaginaba Fernando VII que su futura hija Isabel II emularía el ejemplo paterno convirtiendo a Federico en su juguete, en el padre del futuro Alfonso XII y en el blanco de unos asesinos a sueldo encubiertos por ella y su gobierno. Federico seguía el sino de sus desdichados padres, sin derecho a muerte de causa natural. La de Federico, el 22 de junio de 1866, seguiría dando que hablar años después; la necesidad de ocultarla implica directamente a la dinastía Borbón.
Federico Puig Romero. Retrato del Museo del Ejército. |
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