La procedencia borbónica del rey Alfonso XII apenas puede certificarse por parte de su madre, la reina Isabel II, y la abuela de esta, María Luisa de Parma, esposa del rey Carlos IV, el cual parece ser que colaboró poco o nada en engendrar los vástagos reales, uno de ellos, el rey Fernando VII, y el otro, Francisco de Paula, sendos padres de la reina Isabel II y su consorte Francisco de Asís. De este matrimonio existen serias dudas de que se pueda atribuir progenie alguna a Francisco de Asís, surgiendo las incógnitas sobre los donantes genéticos que aportaron su granito de arena para que doña Isabel II y su abuela, doña María Luisa, trajeran al mundo vástagos reales.
Carlos IV y su esposa María Luisa Borbón Parma |
A la vista de esta información, Isabel II no habría logrado salir bien parada si se le hubiese solicitado un informe de limpieza de sangre. Afortunadamente no tuvo que someterse a esta intrincada prueba que sí debían pasar las aspirantes a contraer matrimonio con un oficial perteneciente a los Reales Ejércitos, como fue el caso de Gertrudis Romero, madre del padre biológico de Alfonso XII en mi novela Alfonso XII y la corona maldita, basada en hechos reales y documentados publicados en mi libro de investigación Voces desde el más allá de la historia, que desmonta, entre otras cosas, la leyenda sobre el oficial Enrique Puigmoltó y Mayans como el auténtico padre de Alfonso XII.
Isabel II y su esposo Francisco de Asís con el príncipe Alfonso. |
En cualquier caso, Alfonso XII al menos tenía la garantía de que su abuela paterna, Gertrudis Romero, había superado en 1802 el informe de limpieza de sangre del cual se le hubiera eximido de haber sido noble o hija de oficial, porque en estos casos quedaba implícita la limpieza de sangre. Todo oficial de entonces, a partir del grado de capitán, como era el caso de Vicente Puig, para casarse debía solicitar Real Licencia al Montepío Militar. Si era concedida, en caso de muerte del oficial, la contrayente podría optar a pensión de viudedad y los hijos del matrimonio a la de orfandad.
Para elaborar el informe de limpieza de sangre se requería un notario que diera fe de los testimonios que de forma legalizada debían acreditar los méritos de la novia y sus antepasados hasta tres generaciones, los cuales no debían tener mezcla de judíos, moros o conversos a la santa fe católica. A esto había que añadir la parte económica. Gertrudis, por pertenecer al estado llano, debía aportar una dote de 50.000 reales vellón, mientras que las nobles o hijas de hidalgo pagaban 20.000. Además debía acreditar que su padre y abuelos, hasta la tercera generación, eran hombres buenos, honrados y limpios de sangre y oficios, y hubiera quedado descartada de haber tenido algún antepasado artista o bien con oficio, empleo o profesión mecánica o popular. Esto último supuso un escollo a superar, porque su padre era sacristán, y algunos consideraban mecánico este oficio. Todos estos requisitos dan una idea de los rancios usos de segregación existentes en la sociedad española de aquel tiempo.
La Real Licencia, no sin grandes dificultades, fue finalmente lograda, y el matrimonio se celebró el 23 de julio de 1802. Federico sería el quinto hijo del matrimonio, nacido en 1812, aunque se falseara más adelante la fecha a 1815, con intervención directa de Fernando VII. En 1857 nacería su hijo ilegítimo el príncipe Alfonso, al que no llegaría a verle iniciar su reinado en 1874, porque Federico había sido asesinado en 1866.
Retrato de Federico Puig Romero en el museo de Artillería, con la fecha en que fue asesinado. |
¿A quién le importa si el padre biológico se llamara Enrique Puigmoltó o Federico Puig Romero, el hasta ahora ignorado padre en la sombra de Alfonso XII? La existencia de validos es conocida a lo largo de la historia y a nadie escandaliza. De ahí que todavía hoy en día se tome esto a la ligera con diversos artículos publicados en la red, más o menos del mismo corte, con títulos sugerentes del estilo Cuando Puigmoltó inyectó sangre nueva en los Borbón, ¿Quién era el auténtico padre de Alfonso XII?, Los amores de Isabel II, el militar Enrique Puigmoltó y las dudas sobre la paternidad de Alfonso..., etc. Artículos que se quedan con la parte frívola basada en rumores, que sirvió en su momento para desviar la atención de los hechos graves que se quisieron mantener ocultos y saco a la luz en mi investigación, documentada y avalada por historiadores. Queda en el aire la razón por la que, teniendo la posibilidad de rectificar, o al menos dejar a la vista la nueva información para que los lectores saquen sus propias conclusiones, estos medios prefieran quedarse con la leyenda. Quién sabe... Al fin y al cabo, estamos hablando de los antepasados de los actuales reyes. Y también de los míos…
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