Aspecto del Alcázar de Segovia antes del incencio de 1862. |
El
castillo fortaleza conocido como Alcázar de Segovia se remonta a la época
celta, y sus muros han sido testigos del paso de personajes que dejaron su
huella a lo largo de la historia. Pero cobró un especial significado para la
artillería desde que fuera elegido como sede del colegio de esta arma, abriéndose
una etapa de auge y esplendor el día de su inauguración, el 16 de mayo de 1764.
Aquel lugar se convirtió en un centro de saber y ciencia, constituyendo un privilegio
convertirse en caballero cadete de esta institución que fue una de las más
importantes de Europa. Mi antepasado, Federico Puig Romero, logró su ingreso en
1830, una de las mejores épocas, pues se reabría tras un oscuro paréntesis, hasta el fatal incendio de 6 de marzo de 1862.
No era el primer incendio que había sufrido el Alcázar de Segovia,
pues existe el antecedente del 10 de julio de 1681, cuando las llamas destruyeron la torre más
alta del Alcázar. Se emprendieron las obras de restauración y el Alcázar recobró su
aspecto anterior. Pero no hubo igual suerte con el incendio de 1862, que se extendió tan
rápidamente que no se pudo sofocar a lo largo de dos días. Todas las estructuras
de madera, cuadros y mobiliario quedaron reducidas a cenizas, incluida la gran
biblioteca, de la que apenas pudo rescatarse una mínima parte. La consecuencia
directa fue el traslado de los alumnos a otro lugar en Segovia, el convento de
San Francisco, que al día de hoy continúa funcionando, y he tenido la
oportunidad de visitar en varias ocasiones, la última en 2019, para donar a la
biblioteca mi libro Voces desde el más allá de la historia, con las
investigaciones en que basaría mi novela Alfonso XII y la corona maldita,
Premio Hispania de Novela Histórica. Tenía una deuda con mi antepasado,
protagonista de esta historia. Él también había donado libros a la biblioteca
tras el incendio.
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Recientes investigaciones plantean la posibilidad de que este incendio no hubiera sido accidental. El periodista Javier Monjas, autor del libro La guerra de la Academia de Artillería (2018), escribe:
«En marzo de 1862 y años
posteriores, incluso altas personalidades culturales de la nación solo
dudaban de si el incendio había respondido al desenlace de una nueva
negligencia producto de la permanente y peligrosa indisciplina en el
Colegio, o constituía el resultado de un siniestro criminal, un incendio
provocado e inducido por la también constante exigencia de los cadetes de salir
de Segovia hacia ciudades de mayores oportunidades de vida social como Madrid».
Contrasta esta visión de los hechos con las crónicas que han trascendido, en que se busca cualquier otra causa menos la intencional, que parece descartarse. Un artículo muy completo y documentado al respecto puede hallarse en el blog Historia urbana de Madrid, de Eduardo Valero.
Otro libro muy interesante y documentado
permite conocer los pormenores del día a día de la vida en el colegio: La
enseñanza militar ilustrada El Real Colegio de Artillería de Segovia (1990), de la
autora María Dolores Herrero Fernández-Quesada.
‹‹En definitiva, ciudad
de mal temple, cara, aburrida y falta de diversiones, es la Segovia que vemos a
través de los ojos de los alumnos y profesores del Real Colegio de Artillería.
Quizás todo eso hizo que Gazola se decantase en favor del Alcázar como sede
para la futura academia; hasta el ambiente poco apetecible del exterior
ayudaría a crear el clima de estudio necesario para levantar su obra
“predilecta”››.
Imagen que tomé del Alcázar en junio de 2019. |
Intencional
o no, el incendio conllevó pérdidas irreparables en el interior, que se puede
visualizar a través de las descripciones de un curioso libro, de incalculable
valor para mí por haberme sido obsequiado por la biblioteca el día que realicé
la donación de mi libro de investigación. El valor añadido del libro de don
José Losañez (1) es la fecha en que fue publicado: 1861, el año antes del
incendio. Entre los datos que recoge, describe la biblioteca, ubicada en la
Sala de los Reyes, que un año después sería arrasada por el fuego:
‹‹En ella se
encuentra la escogida y copiosa biblioteca del Colegio, que consta de once mil
volúmenes próximamente, de Matemáticas puras, Matemáticas aplicadas, Ciencias
Naturales, Industria Militar, Fortificación, Arte Militar, Artillería, Derecho
Militar y Civil, Historia, Geografía y Viajes, Literatura, Bellas artes, Artes
de adorno y Miscelánea››.
Libro donado por Federico Puig Romero a la biblioteca de la Academia de Artillería. |
Tras
el incendio, el espíritu solidario de los artilleros llevó a muchos a aportar
las obras que pudieran. Federico Puig Romero donó dos libros, que supusieron
una importante pista para mis investigaciones. Ambos se hallan en las
estanterías de la actual biblioteca de la Academia de Artillería, varias veces visitada por Alfonso XII, que protegió especialmente al cuerpo de artillería, poniendo además todo su empeño en que el Alcázar
de Segovia recuperara su grandeza inicial. Su muerte prematura le impidió ver el final de las obras que se iniciaron en su reinado. El Alcázar, una vez restaurado, no volvió a albergar a los
estudiantes de artillería, aunque conserva el Museo del Colegio de Artillería,
como vestigio de aquella época de sabios facultativos y caballeros cadetes
científicos, guerreros, buenos vasallos y cristianos…
(1)El
Alcázar de Segovia, obra dedicada al Cuerpo Nacional de Artillería, por don
José Losañez, presbítero y profesor del Instituto de 2ª Enseñanza de esta
ciudad. Segovia 1861. Imprenta de don Pedro Onero.
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