Durante
el confinamiento por el COVID-19 nos da tiempo para cosas variadas, y una que
hice, con mi curiosidad habitual en torno al pasado, es escarbar entre las
fotografías de familia. De pequeña le pedía a mi abuela Concha que me las
enseñara una y otra vez, queriendo saber quiénes eran los que salían en esas
fotos tan antiguas vestidos de épocas de coches de caballos, faldas hasta el
suelo y reloj de bolsillo asomando. Ella hacía más que eso: me aportaba su
testimonio sobre lo que se sabía acerca del turbio asesinato de su abuelo,
Federico Puig Romero, delante de sus hijos pequeños, el mayor de los cuales sería en el futuro el padre de mi abuela y de veintiún hijos más…con la misma mujer, de la que
conservo aún el cuadro que bordó de la Inmaculada Concepción en el año 1869, en Molina de Aragón.
Contemplando
la fotografía de mi noveno cumpleaños, en medio de mi madre y mi abuela, surgen
los recuerdos de las historias de mi abuela que yo siempre estaba dispuesta a
escuchar para conocer mi pasado, en España, tan lejana que me resultaba desde
que nos marchamos a Colombia cuando yo tenía menos de tres años. No intuía
entonces que aquella reina Isabel II de que me hablaba mi abuela Concha tendría mucho que ver con ese antepasado asesinado que me daba tanta tristeza
cada vez que mi abuela me explicaba cómo fue víctima de disparos de sicarios
que entraron a su vivienda, dentro del cuartel de San Gil de Madrid, el 22 de
junio de 1866.
Por la fecha de esta fotografía ya empezaba mi
madre a referirme la otra parte de la historia, que vinculaba directamente al
abuelo de mi abuela con la paternidad del heredero de Isabel II: Alfonso XII.
Era por tanto hermano de esos dos niños de la fotografía tomada apenas unos dos
meses antes de producirse el asesinato. Ahí se quedó esa información larvada en
la memoria de aquella niña inquieta y fascinada por conocer las épocas que no
había vivido y encerraban un misterio a resolver: el asesinato y la paternidad.
¿Un rey en la familia…?
Hasta doce años después del fallecimiento de
mi abuela Concha no comencé a tomar en serio esta historia, y cuando lo hice,
no me detuve en todos los trabajos e inconvenientes para ir desmenuzando, una a
una, todas las piezas obtenidas en legajos, libros y más libros, pistas a
seguir, documentos falsos, hallazgos impensados, muertes ocultas y silenciadas…
El nexo entre mis antepasados y los Borbón dio pie a tres generaciones también,
conectadas por lazos de vida y muerte. Fernando VII, Isabel II y su hijo
Alfonso XII constituyeron el eje de una historia oculta que atañía directamente
a mis antepasados y a mí como descendiente de ellos. Consideré el deber de dar
a conocer todo aquello que hubieron de callar esas voces que tenían una
historia que contar, lo cual hice yo por ellos: Voces desde el más allá de la
historia (Incipit Editores, 2015), con la investigación, de lectura asequible y a
la vez rigurosa en documentación, y la novela histórica basada en ello, Alfonso
XII y la corona maldita (Altera, 2018, Premio Hispania de Novela Histórica).
Fernando VII, Isabel II y Alfonso XII. |
Ahora,
viendo a través de la perspectiva, me maravilla la capacidad de esfuerzo que he
llegado a invertir en este proyecto que en sus inicios no parecía conducir a
ninguna parte, sin tener más datos que el testimonio oral, y sin conocimientos
de historia suficientes para emprender tan colosal investigación, que sin
embargo fue fluyendo con rapidez inesperada a partir de los primeros hallazgos
en el Archivo General Militar de Segovia. Me dieron alas la voluntad y el
empeño de cumplir con esa misión de dar a conocer la historia que esos
antepasados parecían reclamar desde su tiempo en que quedaron sumidos en el
silencio y el miedo toda una serie de hechos oscuros a los que llegaba su hora
de ver la luz. Como muchas otras historias que se habrán quedado esperando un
tejedor de historias… Yo he podido cumplir con ello. Y quiero compartirlo con
todo aquel que desee adentrarse en ese viaje a través del tiempo que
sorprenderá a muchos.
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