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martes, 18 de agosto de 2020

Los últimos días de la abuela extra oficial de Alfonso XII


El príncipe Alfonso en medio de su madre, Isabel II, y su padre oficial, Francisco de Asís Borbón.

¿De qué abuela de Alfonso XII estamos hablando? La genealogía de Alfonso XII da lugar a curiosidades que han permanecido largo tiempo ignoradas. Entre otras cosas, la renovación de sangre en dos generaciones sucesivas, dando lugar a que su padre y su madre tengan hermanos en común. No es un juego de adivinanzas, pero si ya queda difícil seguir su árbol por las repetidas endogamias en que incurre la dinastía Borbón, en su caso pareciera que se buscara esa endogamia también por la rama no oficial. Me refiero a la paternidad biológica de este monarca, hijo de Isabel II, conocida por su variedad de amantes e hijos ilegítimos que se registraban como hijos de su marido Francisco de Asís, que en poco más parece que contribuyó a la progenie de su esposa.

Fernando VII y su cuarta esposa, María Cristina Borbón Dos Sicilias.

Vamos ahora a los abuelos de Alfonso XII. Isabel II era hija de Fernando VII y María Cristina de Borbón Dos Sicilias, cuarta esposa del monarca que pasó a la historia como el más déspota, no solo en su vida pública, sino en la privada, de lo cual tengo total constancia por haberla sufrido mis antepasados. Francisco de Asís era hijo de Francisco de Paula Borbón, hermano de Fernando VII, y de Luisa Carlota Borbón Dos Sicilias, hermana de María Cristina. Es decir, los dos abuelos paternos de Alfonso XII eran hermanos, lo mismo que sus dos abuelas maternas. 

Francisco de Paula Borbón y su esposa, Luisa Carlota Borbón Dos Sicilias.

Pero si vamos a su genética biológica, nos han contado hasta la saciedad que su verdadero padre era un oficial de ingenieros llamado Enrique Puigmoltó y Mayans, lo cual queda desmontado por las investigaciones plasmadas en el libro Voces desde el más allá de la historia. De acuerdo a esto, el oficial de artillería Federico Puig Romero fue el elegido por la entonces reina Isabel II como donante genético para su real estirpe en el momento en que fue concebido el futuro Alfonso XII. Y llegamos por fin a intentar dilucidar esta ascendencia ignorada e intentada ocultar por el entorno palaciego, desviando la atención hacia ese oficial de ingenieros. ¿Qué se pretendía ocultar?


Retrato de Federico Puig Romero en el Museo del Ejército.


Si resulta chocante que los padres de Isabel II y su esposo fueran hermanos, al igual que sus correspondientes madres, cómo no sorprenderá que Isabel II tuviera hermanos que también lo eran de su entonces amante Federico. Aquí parece que la endogamia se supera, pues para que esto fuera así, tuvo que ocurrir que Fernando VII, padre de Isabel II, tuviera hijos con Gertrudis Romero, madre de Federico. Y esta descendencia se cuenta al menos en tres: Gertrudis Puig Romero (se le dio apellido de su padre oficial póstumo, desaparecido convenientemente para Fernando VII), nacida en 1816, y Juan y Fernanda Guillelmi Romero (con apellido del marido con que la casó Fernando en palacio), nacidos entre 1820 y 1822. Eran por tanto, tíos por partida doble de Alfonso XII, y para la madre de este, eran hermanos y cuñados a la vez. 

María Isabel de Braganza, segunda esposa de Fernando VII, de la cual fue azafata Gertrudis Romero.

Y aunque tal pareciera que semejante reincidencia en la elección de los caprichos regios de padre e hija, Fernando VII e Isabel II, apuntaba a una estima especial a la familia Puig Romero, los hechos llevan a conclusiones menos afortunadas, como fueron la caída en desgracia de esta familia (que nunca había pedido estar en gracia), las muertes prematuras de los padres de Federico en las que estaba directamente involucrado Fernando VII, y el asesinato de Federico cuando su hijo secreto, el entonces príncipe Alfonso, tenía nueve años, tres  menos de la edad que Federico tenía cuando su madre murió, al ser molesta  para Fernando VII, luego de  nueve años de disponer de ella a su antojo para finalmente hundirla a ella y su familia en la más absoluta miseria en medio del mayor despotismo. Así vivió Gertrudis Romero sus últimos días, pidiendo clemencia al rey que se había cansado de jugar con ella, dejando huérfanos en la indigencia, entre ellos tres hijos del déspota, llegando hasta el 31 de agosto de 1824, cuando Fernando VII accede a dar una limosna a su familia para pagar su entierro con funeral de secreto,  garantizando así  la impunidad de las causas reales de su muerte. Descanse en paz y que su voz sea escuchada a través de los tiempos en el testimonio que quedará de su vida en los libros.



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